Uno de los más horrendos ejemplos del poder alienante de la
religión es el masoquismo de los rituales, esos penitentes que se azotan, se
sangran, se mutilan y hasta se crucifican en honor de su idolatrada y ausente
deidad, para la que supuestamente todo sacrificio por muy animal que éste sea no
sólo es bienvenido sino también necesario.
Pues bien, un
ejemplo poco conocido, pero terriblemente mutilante, de la devoción cristiana
ocurre cada año en una pequeña localidad italiana cercana a Nápoles. Allí, unos
piadosos pero también dementes estibadores transportan pesadas estructuras de cientos de kilosgramos de peso en
honor al santo local (en una fiesta que absurdamente es patrimonio de la
humanidad) de tal manera que los recurrentes costaleros acaban teniendo las
terribles deformidades que muestran orgullosamente en las siguientes
fotografías
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