Aunque los religiosos afirman creer en los intragables
dogmas de su particular religión, en cuanto son mínimamente preguntados casi
ninguno de ellos puede responder afirmativa y taxativamente a la cuestión, ya
que casi todos ellos comienzan con un patético despliegue de frases vacías, argumentos
vanos y sobre todo mucho equilibrismo mental para no tener que decir en público
que sí, que son tan estúpidamente ignorantes para creer que el Maligno acecha
en cualquier esquina, que los dioses bajan a fornicar con doncellas, que
profetas iletrados cabalgan hacia el Cielo a lomos de un blanco corcel y el
resto de delirantes afirmaciones y dogmas que profetas dementes de toda época y
condición han proferido para solaz de deficientes mentales profundos.