¿Por qué nos preocupan 1.000 muertos pero no 40.000?

Una de las grandes paradojas de la sociedad es que se centra el foco en algunos problemas, mientras por otra parte otros más peligrosos y acuciantes son dejados de lado cuando menos, si no directamente ignorados.

Y el ejemplo más paradigmático son las muertes debidas a la automoción. Así, prácticamente no pasa un solo día en el que los medios de comunicación y las autoridades competentes nos alerten de los peligros de la conducción: que si modere la velocidad, ponga atención al volante, no beba o no se drogue para evitar situaciones de peligro y ese más que largo etcétera de recomendaciones y órdenes para conseguir que la cifra de muertos debido a los vehículos de automoción en movimiento bajen de la más que cifra de los alrededor de mil que fallecen actualmente en las carreteras españolas.

Y sin embargo esta cifra, aunque preocupante, es una mísera nimiedad frente a la más que catastrofica cifra de muertos debidos a la contaminación ambiental, cuyo máximo exponente son esos coches sobre los que nos alerta la Dirección General de Tráfico. Sin embargo, ninguna Dirección General de Medio Ambiente es capaz de repetir una y otra vez, en anuncios pagados en todos y en cada uno de los medios de comunicación y sus comparecencias públicas que la contaminación atmosférica es casi un genocidio hacia los ciudadanos, ya que se calcula que cada año mueren alrededor de 40.000 personas en España por la acumulación de partículas tóxicas en sus organismos, contaminantes que en las grandes ciudades son principalmente debidos a esos millones de coches, que muchas veces sólo sirven para ahorrarnos unas pocas calorías porque hasta para ir a comprar el pan a un par de manzanas de distancia hay desaprensivos que cogen su más que derrochador monovolumen.