Los creyentes que no son fundamentalistas analfabetos e
irredentos argumentan que no hay conflicto entre Ciencia y Religión,
porque ambas supuestamente abarcan dominios excluyentes del conocimiento
humano.
Sin embargo, no hace falta ser un historiador o filósofo experto en religiones para comprender que todas las creencias están basadas en afirmaciones que no sólo entran en conflicto, sino que más llamativamente han sido refutadas con una precisión casi matemática por infinidad de estudios de las más diversas áreas de conocimiento científico: antropología, biología evolutiva, economía, historia, neurociencia, psicología, psiquiatría, etc.
Y sobre todo, si alguna religión (da igual cual) fuera verdadera, entonces la
Ciencia contendría en su esencia un fallo de tal magnitud que, como muy
bien indica Sam Harris en el siguiente video, los investigadores
deberíamos replantearnos muy seriamente nuestro futuro y buscar formas
más productivas para recompensar a la sociedad por nuestro innegable
privilegio de cobrar un estipendio (magro las más de las veces) por
hacer lo que más nos gusta.
Porque no sería baladí que los científicos hayamos dedicado siglos a
estudiar nimiedades como la formación de elementos químicos, soles o
planetas, la adquisición de patas o pulmones por parte de los animales
terrestres, la evolución de microorganismos, del ojo o del cerebro o la
formación de sociedades humanas complejas, cuando en caso de existir
todo ello estaría más que explicado por la inescrutable voluntad de una
entidad atemporal y omnisciente, que por lo que parecen opinar los
entendidos en el tema ha sabido desde antes del principio de los tiempos
que unos pocos y extravagantes monos bípedos íbamos a perder
miserablemente nuestras escasas vidas en intentar encontrar unos
patrones inexistentes, cuando la cruda realidad es que los fósiles fueron enterrados por el Maligno para confundir a unos primates descarriados de la luz celestial.
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