Todo el mundo tiene muy claro que los creyentes tienen total
libertad para llevar su proselitismo a cualquier lugar, y que los demás debemos
aguantar respetuosamente su más que demente charla sobre dioses elefante,
zarzas ardientes, serpientes parlantes, caballos alados, vírgenes judías
adúlteras, profetas pederastas y hasta unicornios.
Sin embargo ¿qué pasaría si los ateos hiciésemos uso de esa
misma libertad para ir a las casas de estos pobres ignorantes a llevarles la
buena nueva del conocimiento, de la ciencia, del pensamiento crítico y del
racionalismo?
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