Aunque estamos acostumbrados a que la religión pueda imponer
con total impunidad y sin posibilidad de crítica alguna su antidemocrática,
discriminadora y supersticiosa visión del mundo, en ciertas ocasiones aparece
una noticia que induce a pensar que no todo está perdido en esta desigual lucha
entre la democracia y el fanatismo o entre la racionalidad frente a la
superstición.
Parece ser que debido a la feroz competencia entre sectas
cristianas que se viene desarrollando en Brasil desde hace décadas por la primacía
religiosa, el nivel de proselitismo de los diferentes grupos religiosos rivales
estaba alcanzando cotas difíciles de soportar para la ciudadanía más crítica y
racional. Así
grupos de predicadores evangélicos
promovían su religión dentro de los vagones de tren en Río de Janeiro
mediante ruidosos sermones que muchas veces llegaban al griterío, cánticos acompañados del uso de instrumentos musicales e incluso algunas
veces llegando al insulto verbal o a la agresión a los pasajeros de otras
religiones con los que se cruzaban en los vagones. Tal es así, que el número de
quejas de los viajeros había aumentado de tal forma que se ha prohibido judicialmente
y de forma salomónica a los seguidores de cualquier religión el que puedan
“hacer manifestaciones religiosas y tampoco avergonzar a los demás usuarios”
dentro de
los vagones del metropolitano carioca. En fin un poco de racionalidad nunca
viene mal para poner un poco de orden en el increíble mundo de la religión.
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