Un individuo fue al médico en EEUU con síntomas de fatiga y dificultades al
respirar diagnosticándosele una anemia. Hasta aquí todo normal. Pero dentro de
la exploración rutinaria completa del paciente los médicos descubrieron
asombrados que en la espalda del sujeto se observaba un gigantesco bulto en la piel.
Y digo gigantesco porque el posteriormente diagnosticado carcinoma de piel del
paciente tenía las impresionantes medidas de 15 cm x 12 cm, más o menos como uno
de los melones amarillos que se pueden comprar habitualmente en las fruterías.
Interrogado el paciente admitió que dicho tumor le había ido creciendo durante
al menos una década pero que no le preocupaba porque era una persona muy
religiosa que practicaba la Ciencia Cristiana,
nombre rimbombante y falaz que se inventó una lunática estadounidense del siglo
XIX y de la que ya he hablado en algunos post previos (1, 2
y 3).
Dicha desatinada religión consiste en confiar en la oración y en la curación
divina como tratamiento efectivo contra todas las enfermedades. Vamos un chollo
para la seguridad social pero que dejaría en el paro a todo el personal
sanitario si se adoptase ahora como medida ahorradora en estos tiempos de
crisis. Los adeptos a esta ridícula creencia sólo pueden acudir al médico
únicamente cuando presentan síntomas avanzados de enfermedad. Es decir, cuando
se convencen de que sus ruegos al altísimo no han surtido efecto y como
cobardes impíos corren al hospital a tratarse lo que su infinito hacedor no ha
sido capaz de curar. Estos iluminados que creen que su dios está siempre
pendiente de sus miserables vidas podrían ser consecuentes hasta el final con
sus absurdas creencias y no complicar la tarea de los servicios médicos con
enfermedades en fases muy avanzadas que bien pudieran haberse tratado satisfactoriamente
en estadios más precoces. Al final nuestro idiotizado enfermo tuvo suerte ya que
la medicina científica que tanto desprecia no sólo le curó su anemia sino que
además, tras un avanzado análisis mediante tomografía
computerizada que descubrió que el cáncer estaba localizado y sin
metástasis, los cirujanos pudieron extirpar con éxito el tumor y nuestro
analfabeto creyente pudo volver a su vida de engaños y alucinaciones. Este caso
médico ha sido publicado recientemente en una revista científica norteamericana del que dejo el link.
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No hay nadie más ignorante e inútil que aquel, que de rodillas y con los ojos cerrados busca una respuesta.
PARA SU INFORMACIÓN: Los ateos no creemos en ninguno de los 2.700 dioses que ha inventado la humanidad, ni tampoco en el diablo, karma, aura, espíritus, alma, fantasmas, apariciones, Espíritu Santo, infierno, cielo, purgatorio, la virgen María, unicornios, duendes, hadas, brujas, vudú, horóscopos, cartomancia, quiromancia, numerología, ni ninguna otra absurdez inventada por ignorantes supersticiosos que no tenga sustento lógico, demostrable, científico ni coherente.
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Tan inteligente que hasta faltas graves de ortografia lleva...deja mucho que pensar...
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