Los creyentes afirman que la religión hace mejores a los
niños. Pero esa definición de “mejores” es convertirlos en seres más dóciles,
obedientes y crédulos, cercenando cualquier tipo de imaginación y de
pensamiento crítico, lo que les convertirá en adultos ignorantes, cándidos y
les dejará a merced de todo tipo de charlatanes, estafadores y por supuesto de
sotanados que les parasitarán y les controlarán hasta el día de su muerte con
esos cuentos de vieja solo aptos para semideficientes mentales.
Es por ello que la religión será considerada algún día puro maltrato psicológico, similar al síndrome de Estocolmo y entonces podrá ser incluida en el código penal de cualquier sociedad que aspire a ser consecuente con los más elementales derechos humanos.
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