Porque si no fuera porque los académicos “expertos” en el tema son todos de la órbita cristiano-occidental, el supuesto Jesús de Nazaret habría sido catalogado hace siglos como otra divinidad inventada por profetas de tiempos remotos como otros seres mitológicos al estilo de Osiris o Dionisios. Pero es lo que tiene la egolatría occidental, que no puede aceptar que la base de toda nuestra “civilización” sea un cuento tan verídico como el del dios elefante o la serpiente emplumada.
Porque la primera fuente cristiana es ese delirante Saulo de Tarso que ni siquiera hace esfuerzo alguno para aparentar que el nazareno demente vagó por los pedregales de Galilea, ya que él mismo reconoce en sus cartas (recordemos, las primeras y únicas fuentes fiables del cristianismo) que todo su conocimiento del supuesto extraterrestre celestial son sus visiones místicas, probablemente secuelas de su accidente equino a la vista del actual conocimiento en neurociencia y psiquiatría.
Y a partir de ahí los evangelistas, de los que no sabemos nada ya que hasta sus nombres fueron otro invento más de la propaganda eclesiástica, dieron rienda suelta a su imaginación décadas después y terminaron inventándose un supermán de pacotilla que despeñaba por acantilados a unos gorrinos supuestamente endemoniados y que arruinaba los honrados negocios de bodegueros, panaderos y pescaderos de Judea.
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