Los idiotas viven felices rodeados de otros idiotas. La gente que hace preguntas, que reflexiona no les cae nada bien a los idiotas porque hacer preguntas es muy incómodo para los idiotas.
Los idiotas van todos los días festivos a alguno de una gran cantidad de grandes, amplios y lujosos lugares donde pueden reunirse con otros idiotas, sitios generosamente pagados con los impuestos de todos en donde pueden cantar absurdas canciones bajo la batuta de un fantoche vestido de carnaval que les habla como si fueran deficientes mentales.
Y en esos lugares no se permite la entrada de personas reflexivas, ni racionales, porque esas personas destruyen con sus incómodas preguntas esa mágica atmósfera de ignorancia, superstición e idiotez que ha costado milenios crear y mantener.
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