El problema de interpretar la realidad a falta de la poderosa herramienta que es el conocimiento científico es que puede dar lugar a la más disparatas explicaciones.
Sodoma y Gomorra fueron (según el disparate bíblico) dos ciudades destruidas por la siempre colérica zarza ardiente en castigo por sus pecados de la carne. Pues bien, como en toda historia fantasiosa parece que algo de realidad (absolutamente retorcida por la siempre disparata inventiva humana espoleada por el virus de la fe) hubo en este cuento de pastores de cabras de la Edad del Bronce.
Investigadores de diversas instituciones ha estado estos últimos años estudiando las ruinas de la antigua ciudad de Tall el-Hammam, situada en el valle del Jordán. Y estos científicos han encontrado que esta ciudad floreció durante unos más que duraderos 3.000 años durante el período Calcolítico y la Edad del Bronce, desde el 4700 AEC hasta que fue destruida repentinamente en el 1650 AEC por la desintegración de un meteorito en las cercanías de su atmósfera. Algo parecido a lo que ocurrió en 1908 en la remota región siberiana de Tunguska, en donde otro bólido sideral arrasó un área de unos 2.150 km² de bosque, con cerca de 80 millones de árboles destruidos.
Los investigadores han calculado que ambos eventos fueron provocados por meteoros de 56-60 m que implicaron una explosión que liberó una energía equivalente a 12 megatones, en donde se alcanzaron temperaturas superiores a los 2.000ºC, arrasando la zona que se indica en la siguiente figura.
Entonces, no sería nada descabellado que testigos presenciales de las aldeas o ciudades próximas a la zona arrasada hubieran dado rienda suelta a su primitiva imaginación y con el paso del tiempo y las generaciones haber llegado a fabular ese disparate de que una rijosa deidad (parece que dedicada exclusivamente a fisgonear los asuntos de alcoba de unos simples monos bípedos) exterminara sin compasión a quienes simplemente hacían uso (recreativo, pero adecuado) de unos órganos diseñados por la selección natural para el placer.
Vaya, otra fabulosa prueba de la evidencia del dios cristiano, que hay que apuntar en la lista de hechos que son alegóricos y no reales. Con el tiempo la Biblia quedará en un cuento, muy largo, pero cuento.
ResponderEliminarSalu2
Siempre lo ha sido, pero los aleluyos cierran sus ojos ante todo lo que la desmienta
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