Acabamos de conocer un caso de selección natural en todo su esplendor.
Un negacionista de la COVID-19 y prepotente antivacunas, de esos que decían saber la “verdad” de la “plagemia” inventada por científicos ateos para que Bill Gates nos controlara a todos a través de un microchip 5G, se dio con la cruda realidad hace un par de meses. Ese virus que no existía se cruzó en su camino y le llevó al hospital, aunque contaba con tan sólo 45 años. Su estado era tan grave que pasó a la UCI. Allí como Saulo de Tarso empezó a ver la luz ya que envió un wasap a su hermana diciendo:
“Tengo miedo Elena, de que por haber sido un cafre ahora no podamos frenar esto. Esta semana ha sido de golpe una de mis mayores lecciones de vida. Pasar mucho tiempo en Twitter, etc., me había radicalizado al extremo. Ojalá me hubiera vacunado.”
Pero desgraciadamente ya era tarde, las vacunas hay que administrarlas antes de la infección y el pobre “cafre “(como él mismo llegó a calificarse) empezó a aprender una lección que ahora no ha podido terminar, puesto que tras 45 días en la UCI ha terminado falleciendo. Así que, sin alegrarme por su deceso, España ahora cuenta con un imbécil menos para poner en riesgo la salud y la vida de los demás.
El asunto es ahora constatar que la muerte de este “cafre” le ha costado a la sanidad pública española varios cientos de miles de euros, que debería ser recuperados de los bienes que el covidiota haya dejado en herencia.
P.D:
Y de regalo un video muy instructivo de hace algunos años.
En verdad que nunca me alegro por la muerte de otro ser humano... pero es que los antivacunas me lo ponen muy difícil
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