Aunque está más que demostrado que la religión es el inviolable refugio para la infinita irracionalidad del ser humano, no puede dejar de sorprender cuando esos estúpidos creyentes se exponen una y otra vez al riesgo sin haber aprendido nada.
Les pongo en antecedentes. Hace un mes un obispo de 82 años de edad de la iglesia ortodoxa serbia murió a causa del coronavirus. A su funeral acudió entre una pequeña multitud el patriarca de dicha confesión religiosa, el cual había alcanzado la respetable edad de 90 años y, como se puede observar en la siguiente fotografía, ni el anciano pope ni muchos de los que acudieron en masa llevaban mascarilla ni guardaron ningún tipo de distanciamiento social.
El resultado era inevitable, el anciano líder serbio contrajo la enfermedad y falleció recientemente. ¿Y han aprendido algo estos pobres ignorantes de dichos sucesos? Pues parece que no, ya que al funeral del papa ortodoxo ha acudido una multitud mucho mayor de descerebrados que ha seguido mezclándose de manera irresponsable, además de seguir manteniendo la asquerosa tradición de besar las manos, la cara y el ataúd que contenía el cuerpo del Patriarca, el cual para seguir esa bonita tradición cristiana de la humildad y la pobreza estaba vestido con una túnica bordada en oro y una corona ornamentada.
Por supuesto ninguno de los sacerdotes que participaron en la liturgia portaba mascarilla alguna. Así que quizás la única buena noticia de este recurrente y peligroso comportamiento es que probablemente en los próximos meses van a quedar muchos puestos vacantes entre el sacerdocio ortodoxo serbio.
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