El siempre incisivo Ricky Gervais expone uno de los grandes misterios que derivan de la religión: el que se considere socialmente adecuado, y muchas veces hasta elogiable, que las personas se mantengan en una perpetua edad infantilizada.
Porque está bien que tu niño de 5 años crea en las hadas, en
Santa Claus, en el dios elefante o incluso en el nazareno milagrero, pero visto
desde un punto de vista racional dice muy poco sobre el intelecto de un adulto
que a los 35 años siga "pensando" que tiene un amigo imaginario que
le ayuda a encontrar pareja o trabajo, que le cura las hemorroides, la diabetes
o ya puestos a seguir con el disparate, incluso el cáncer más agresivo.
Pero así es la mente humana, capaz de las mayores proezas y desgraciadamente también de las idioteces más absurdas.
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