Que la diferencia entre religión y locura es una muy, pero que muy delgada línea es un hecho tan comprobado que bien pudiera ser considerado un axioma matemático o una ley científica. Pero no por ello deja de sorprender, día sí y día también que los creyentes muestren tan palpablemente su deficiente y más que sorprendentemente estulticia.
En EEUU, tierra fértil para todo tipo de dementes cristianos, un congresista de Tejas acaba de demostrar que millones de idiotizados votantes solo pueden elegir a un imbécil integral. Nuestro cristiano servidor público, por lo que se ve infectado hasta la médula por el siempre peligroso virus de la religión ha declarado, en su más enajenado sin juicio, que
"Si los extraterrestres son reales, la salvación a través de Jesucristo es la única forma de que entren en el Cielo".
Y enseguida miles de personas han retuiteado, y lo que es peor, han indicado que este absurdo y demente "argumento" les gusta.
Es por estos casos que es más que evidente que la religión es una enfermedad mental más, y que los pobres que la sufren deberían estar tutelados por los servicios sociales: primero por su propio bien, y después para tranquilidad del resto de los ciudadanos que intentamos vivir nuestras vidas con un poco de racionalismo. Y por supuesto, esta tutela judicial debería incluir la prohibición taxativa de optar a cualquier cargo con una mínima responsabilidad, que nos va en ello nuestro futuro como sociedad y hasta como especie.
El que esto escribe tiene leído al teólogo protestante César Vidal que los platillos volantes son de origen demoníaco (una idea muy difundida entre los predicadores evangélicos de EEUU). No es algo de ahora. El mismísimo Filipo Bongiovanni, hermano del contactado Giorgio Bongiovanni, escribió en el libro "Angeles Ayer, Extraterrestres Hoy", un clásico del contactismo español, pues ahora parece que los demonios de ayer son los extraterrestres de hoy siempre según los fundamentalistas protestantes americanos
ResponderEliminarEs que una vez que se deja entrar una estupidez, el camino está abonado en el cerebro del supersticioso para cualquier otra locura.
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