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19 de julio de 2020

Lo que faltaba: obispos católicos defendiendo el uso de la lejía para combatir la COVID-19

No es para nada sorprendente que los religiosos defiendan las más absurdas e irracionales posturas, puesto que la superstición parece estar inscrita en su ADN. Pero cuando ocurre, como en el caso actual, que obispos católicos defienden el uso de la lejía diluida como “medicamento” frente a la actual pandemia coronaviral quizás sea hora ya de poner en su lugar a estos iluminados, que no es otro que una institución de salud mental.


Una decena de obispos católicos ecuatorianos han enviado una carta al presidente del gobierno de la nación para pedirle, entre otras cosas, que no se interponga en una de las mayores estafas pseudomédicas del momento: la venta de dióxido de cloro (el equivalente a lejía diluida) como supuesta medicina contra la COVID-19. Estos analfabetos con sotana indican en su misiva que

"El Ministerio de Salud pareciera que se dedica a través de sus empleados y funcionarios a perseguir a médicos y pequeños distribuidores de dióxido de cloro, substancia que ha demostrado que cura la COVID-19. Muchos médicos lo saben".

Y prosiguen que ya llevan tiempo dando la matraca con este asunto ya que:

"en varias ocasiones se han dirigido comunicaciones al ministerio (de Salud) sobre este tema y sus respuestas han sido negativas"

¡Menos mal que alguien tiene la cabeza en su sitio y las cosas claras en el pequeño país sudamericano!

Pero claro, este es el problema de dejar que iletrados, cuya única cualidad “intelectual” ha sido dedicar toda su vida a saber cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler, si los niños muertos no bautizados van al limbo o a otro sitio y demás absurdeces teológicas, anden sueltos en una sociedad compleja e hiperdesarrollada del siglo XXI, en lugar de estar fuertemente medicados para que dejen de conversar con palomas fornicadoras extraterrestres.



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