En España se acaba de celebrar el primer funeral institucional laico, en el que la iglesia católica ha dejado de ser el centro y eso ha puesto a rabiar a todo el facherío nazionalcatólico hispano.
Pero lo que no pueden entender estos fundamentalistas de la cruz (y la espada) es que en una democracia mínimamente decente los asuntos de la fe deben quedarse en el más estricto ámbito privado y si acaso salen a la luz pública debe ser por motivos psiquiátricos.
En España somos muchos millones los ateos, agnósticos, musulmanes, judíos, protestantes, budistas y demás que no entendemos que pinta un viejo vestido de carnaval, que supuestamente se come en vivo y en directo el cuerpo y la sangre de su supuesto líder ¡qué asco!, en una celebración oficial.
Es más, a muchos nos ofende que una secta de depravados pederastas, que además defienden el fascismo, la represión sexual, la misoginia y las torturas mentales a la infancia, tengan el monopolio institucional de la moral y que nuestros poderes públicos (que debieran representar a todos los ciudadanos) se humillen servilmente ante esos patéticos y más que dementes ancianos, que por su bien y nuestra tranquilidad debieran estar fuertemente medicados para al menos controlar lo que no son más que evidentes episodios psiquiátricos, porque eso de hablar con una paloma fornicadora tiene su miga.
Ahora solo falta por ver si este acto ha sido el inicio de
una verdadera separación entre la iglesia católica y el estado español ¡que ya es hora!
o un fugaz espejismo.
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