Visto lo visto, cada día es más evidente que la democracia
de opereta española está volviendo a esos tiempos no tan lejanos en donde el
nazionalcatolicismo y el cristofascismo más rampantes campaban a sus anchas.
Porque recapitulando en España
1.- No se puede uno cagar en personajes de ficción como la
Zarza Llameante, la Adúltera Zoofílica o su amante la Paloma Fornicadora.
2.- Tampoco se puede cantar raps izquierdosos
3.- De meterse con los borbones ¡nada de nada!
4.- Cuidado, cuidado con los guiñoles que te pueden dar un
disgusto y llevarte a la cárcel
5.- Ni se ocurra hacer un chiste sobre gallegos genocidas
que ascendieron al cielo directamente con el volante incrustado en la cabeza
6.- Y a la santa madre iglesia ni tocarla,
aún cuando sus gerifaltes
pueden insultar día sí y día también a ateos, homosexuales, divorciados,
lesbianas, adúlteros, transgéneros y demás calaña herética que no aceptamos
recibir órdenes de una secta de pederastas amigos de genocidas fascistas.
Porque en una verdadera democracia la libertad de expresión se mantiene para que las minorías, los marginados, los perseguidos y los excluídos puedan al menos protestar y mostrar su existencia.
Si la libertad de expresión solo sirve para que los opresores, los cristianofascistas y los poderosos difundan su discriminación, su odio e impongan su excluyente visión del mundo, entonces no hay democracia que valga.
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