Aunque los creyentes llevan milenios con el más que
mentiroso argumento de que fuera de la religión no puede existir moralidad, la
realidad que está desvelando la Ciencia es que todos nuestros comportamientos
morales no son más que el resultado de diversas presiones evolutivas en nuestro
ya largo devenir como especie social.
Si ya has tratado en tu blog el tema de cualquiera de los artículos que lees aquí, te animo a dejar en la sección de comentarios un enlace o URL que nos lleve hacia él, siempre y cuando no sea para hacer proselitismo de la superstición en cualquiera de sus variantes. Todos ganamos con el intercambio fomentando la discusión racional.
No hay nadie más ignorante e inútil que aquel, que de rodillas y con los ojos cerrados busca una respuesta.
PARA SU INFORMACIÓN: Los ateos no creemos en ninguno de los 2.700 dioses que ha inventado la humanidad, ni tampoco en el diablo, karma, aura, espíritus, alma, fantasmas, apariciones, Espíritu Santo, infierno, cielo, purgatorio, la virgen María, unicornios, duendes, hadas, brujas, vudú, horóscopos, cartomancia, quiromancia, numerología, ni ninguna otra absurdez inventada por ignorantes supersticiosos que no tenga sustento lógico, demostrable, científico ni coherente.
A mí me da la risa cuando un creyente dice lo de que sin la religión y el temor a Dios nos estaríamos matando por las calles sin freno.
ResponderEliminarLos creyentes (vale, no todos), que se consideran moralmente superiores, necesitan temer el castigo divino para no "pecar". Los ateos (vale, no todos) no "pecamos" simplemente porque está mal.
Ni siquiera el miedo a la ley. Si a mí me dijesen que podría matar a quien quisiera con la absoluta certeza de que la ley no me pillaría, lo más probable es que no lo hiciera, simplemente por la inmoralidad del asunto. Además, para algunas personas prefiero una tortura lenta y duradera... }:-P
"Los creyentes (vale, no todos), que se consideran moralmente superiores, necesitan temer el castigo divino para no "pecar"..."
EliminarMucho más aberrante es el hecho de que los creyentes católicos (vale, no todos) no tienen miedo a "pecar" ni al castigo divino porque Dios es infinitamente misericordioso y lo perdona absolutamente todo. Por ejemplo, cierto enano gallego cabrón con voz de pito y mucha mala leche que nunca tuvo que pagar por su genocidio en esta vida ni creyó que lo haría en la siguiente.