Es más que curioso el diferente trato que tiene el genocidio
en la mente de las personas religiosas, puesto que dependiendo de quién lo
realice es una abominación más que monstruosa o la mayor muestra de bondad
posible.
El holocausto judío es considerado por todo el mundo: ateos,
cristianos y por supuesto judíos como un execrable crimen sin parangón. Ahora
bien, tanto los cristianos como los judíos por el contrario adoran a un genocida mucho peor que
Hitler: ese dios egomaníaco que según la verdad revelada en la Biblia fue capaz
de exterminar a toda la especie humana, salvo a media docena de elegidos para
reiniciar su más que defectuosa creación.
Y luego esos mismos apologistas del peor crimen posible se
considerar los poseedores de la más alta moral y llevan dos mil años obligando
al resto del mundo a vivir según las normas emanadas del más abominable libro
probablemente escrito nunca por unas mentes más que evidentemente enfermas.
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