Dentro del siempre delirante mundo de la religión, en donde
las personas ponen su maravilloso cerebro en barbecho y se comportan como
amebas, uno de los mayores ejemplos de la más ignorante y ofensiva estupidez es
en su relación con el deporte.
En un mundo asolado por las más terribles injusticias:
hambre, desastres naturales, terribles enfermedades y calamidades resulta que
los siempre descerebrados miembros del rebaño religioso alzan sus loas
(henchidos de idiotizante orgullo) a la virgen o al santo de turno porque su
equipo de futbol, baloncesto o petanca ha conseguido meter unos goles o un par
de canastas más que sus contrarios, que por cierto también ponen toda su fe en
las mismas o similares imágenes de escayola.
Y el más que imbécil sotanado, vestido de carnaval dice que la
virgen adultera y su vástago demente han apoyado al equipo de fútbol y demás
estupideces. Porque parece ser que lo que importa en ese cielo de atrezo con angelitos
tocando la lira, no son esos miles de millones de desheredados del mundo, sino
que una docena de adultos en pantalón corto metan un balón en una portería más
veces que los siempre herejes anglicanos ingleses.
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