Está más que claro que las religiones abrahámicas tienen una
especial fijación con la mujer: ente perverso que debe ser controlado y usado a
conveniencia del patriarcado instaurado por esa tenebrosa trinidad religiosa conformada por Iahvé, Dios y Alá.
Y como prueba de ello las últimas declaraciones de un obispo
católico y un imán musulmán. El
seguidor del demente nazareno ha justificado los abusos de niñas porque
"la mujer se pone como en un escaparate, provocando". Y
el discípulo del beduino pederasta ha lanzado un sermón a los adolescentes
asistentes a su mezquita (varones por supuesto) en el que defiende que se
pueden tener esclavas sexuales.
Pero eso sí, que quede absolutamente claro que las creencias
son intocables, sagradas y deben ser objeto del máximo respeto y mayor admiración
y que la religión siempre saca lo mejor de cada uno, de tal manera que sin ella
viviríamos en una perenne orgía de desenfreno y violencia.
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