Lo bueno de la iglesia católica es que como sus
antidemocráticos y muchas veces inhumanos comportamientos son ancestrales pues todo
se tolera en nombre de una disparatada y mal entendida “tradición”.
Porque sólo así se puede entender el macabro privilegio eclesiástico
que consiste en permitir en una democracia avanzada del siglo XXI que
adolescentes (cuanto más jóvenes mejor, puesto que si crecen un poco luego ya es
imposible engañarlos) que todavía no han desarrollado de pleno su personalidad
puedan “elegir libremente” (menudo eufemismo) encerrarse de por vida en un
convento, mortificarse el cuerpo y la mente realizando duros trabajos físicos (eso si no se aplican la masoquista "disciplina" católica de mortificación o más bien tortura), en
condiciones de escasez de alimentos, con pobre vestimenta y sin la más mínima comodidad (que eso de la calefacción o el agua caliente pone al creyente directamente en manos del Maligno),
por supuesto sin recibir nunca estipendio o remuneración alguna (que ya sabemos que eso de salarios, cotizaciones sociales e impuestos nunca ha sido santo de la devoción católica) y coartando
cuando no impidiéndoles la más mínima libertad de movimiento, de acción, de opinión y hasta
de pensamiento.
Porque eso es en realidad lo que ocurre en esos tan afamados
conventos de frailes o monjas, con siglos de tradición a sus espaldas, que son simple
y llanamente cárceles del cuerpo y la mente tal y como acaba de demostrar
el terrible caso acaecido en Galicia recientemente, en donde varias chicas menores de edad
de origen hindú fueron arrastradas con engaños desde sus humildes y remotas
aldeas indostánicas con la falsa promesa
de una vida mejor, hasta lo que sin embargo después fue una pura y dura cárcel
de la que han tardado en escaparse más de una década. Y por supuesto, ya veremos
quien es el guapo que pone el cascabel al gato cristiano, y si alguna vez alguien acaba rindiendo culpas de este dramático secuestro y
explotación tanto física como mental, terrible secuestro que si hubiera sido perpetrado por un particular o cualquier otra asociación hubiera levantado la indignación general del público y los medios de comunicación mundial.
En resumen ¿cuántas de esas miles de pobres mujeres del Tercer Mundo:
africanas, asiáticas y latinoamericanas, que vinieron a los países desarrollados
a mantener viva la “llama de la fe”, no fueron simplemente el resultado de una
tenebrosa trata de blancas orientada a conseguir mano de obra sumisa y esclava
con la que seguir manteniendo la farsa del catolicismo en España y otras
envejecidas naciones cristianas?
Quizás ya sea hora de dejar de lado la siempre manipuladora
propaganda católica y llamar a las cosas por su nombre: engaño, secuestro,
manipulación y extorsión, eso sí todo ello en nombre del nazareno demente.
P. D.
Y luego nos escandalizaremos por esas pobres mujeres afganas atrapadas bajo el burka, cuando como ellas tenemos otras muchísimo más cerca.
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