Que la religión es probablemente la mayor contradicción
humana no deja lugar a dudas, pero cuando aparecen una y otra vez los
recurrentes casos de pederastia católica sólo queda vomitar.
Porque que pretendidos
sacerdotes célibes organicen durante años orgías con menores de edad, como
si de una demente película pornográfica se tratara, rebasa cualquier atisbo de
decencia. Y por supuesto estos casos que, tal y como algunas ecuaciones matemáticas,
tienden al infinito parecen no significar nada para nadie.
Adocenados
creyentes, cual borregos del rebaño cristiano siguen arrobadamente centrando
sus vidas en esta secta de pervertidos sexuales, que además se permiten la
indecencia de instruirnos sobre el bien y el mal o la moral y el pecado cuando
ellos son la prueba viviente de la existencia de ese diablo al que dicen maldecir.
Y por supuestos mientras tanto los poderes públicos colmando de privilegios,
dinero y exenciones fiscales a esta panda de delincuentes sexuales. ¡Ver para
creer!
En vez de prometer la abstinencia sexual, deberíamos promover la seguridad de la abstinencia, de forma benevolente y con la bondadosa intención de no darles la oportunidad de ingresar ni pensar en pecado, todos los sacerdotes, de voluntad propia, casi como una circuncisión, deberían ser castrados, en nombre de dios, dando la seguridad merecida para nosotros, ellos y el propio híbrido (el “paloma extraterrestre humano”). Sería una forma de demostrar realmente su fe, y dispensar de lo no más necesario por falta de utilidad. ¡A favor de la castración sacerdotal!.
ResponderEliminar