En un mundo azotado por las más diversas tragedias y
necesitado desesperadamente de cualquier tipo de ayuda (sea esta terrenal o
divina) hay que reconocer que el dios de los mormones tiene muy claras sus
prioridades.
Ya que en lugar de poner un poco de paz y orden en este
mundo injusto y violento hasta la saciedad, el
señor de los mormones se dedicó con ahínco en intentar convencer a su profeta,
Joseph Smith de las verdaderas prioridades. Así, envió un ángel a persuadir
al líder mormón de que era necesario que se "sacrificara" retomando
la sagrada tradición cristiana, profusamente utilizada por los grandes profetas
del Antiguo Testamento, de la poligamia. Y como parece ser que el santo guía no
lo tenía muy claro, pues fueron necesarios nada más y nada menos que tres
viajes del mensajero alado desde el paraíso celestial para convencer al tozudo
Smith de que de verdad era el deseo de su dios que tomase múltiples esposas,
cuantas más mejor. Y así al final, el siempre humilde y obediente siervo se plegó
a los deseos de su perseverante dios y se casó con nada más y nada menos que con
¡40 mujeres! de todas las edades, desde la más núbiles hasta las ya menopáusicas.
Aunque por supuesto, la primera esposa de Smith no quedó muy convencida de los
divinos deseos expresados a través del ángel polígamo, pero ya se sabe que las
mujeres son seres inferiores, poco dotados para comprender las siempre
complejas cuestiones teológicas, y por supuesto perennemente necesitadas de la experta
guía del macho, indiscutible centro de la divina creación y único conocedor de
los verdaderos y misericordiosos deseos del dios único, deseos que casualmente
coinciden con los más depravados e inconfesables apetitos del piadoso varón.
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