Erase una vez un remoto país en donde aparece una terrible epidemia
capaz de matar a la mayoría de los infectados y para la cual no existe cura
alguna. Y mientras en ese país mueren miles de personas por la enfermedad que
se expande sin control alguno, el
gobierno de otra nación situada a varios miles de kilómetros de distancia
decide llevarse a uno de esos enfermos a la capital de este segundo estado.
Además, por si fuera poco, el enfermo altamente contagioso es
llevado a la ciudad más poblada del reino, la capital y es ingresado en
un viejo hospital que se estaba desmantelando y que no dispone de medidas adecuadas
para tratar a este tipo de peligrosísimos enfermos. Por supuesto el personal
sanitario que lo va a atender no ha recibido formación específica alguna, salvo
unas fotocopias, y debe seguir atendiendo a la vez al resto de los enfermos hospitalizados
en el centro médico. Y cuando ese pobre primer enfermo muere, entonces el
gobierno de ese país decide volver a traerse otro enfermo muy grave aquejado de
la misma terrible dolencia.
Ahora solo esperemos que este cuento tenga un final feliz y
no se convierta en una terrible pesadilla.
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