Desgraciadamente en este país no pasa un día sin que la siempre presente y obsesiva preponderancia nacionalcatólica muestre sus privilegios y su dictadura en cualquier ámbito social.
Y lo que es peor, nuestros poderes públicos en todas sus facetas continúan (como si de épocas pretéritas se tratara) sumisamente con el vergonzante proselitismo de la secta de seguidores del nazareno demente y su inacabable corte de vírgenes, serpientes parlantes, costillas de barro, profetas habitantes de los estómagos cetáceos, trompeteros destructores de murallas, santos milagreros, palomas fornicadoras, angelitos tocadores de liras, gorrinos endemoniados y demás personajes inventados por la febril imaginación de unos pobres e ignorantes pastores de cabras de los desiertos judaicos para amenizar sus largas y frías noches de vigilia.
Así, la Universidad de Granada (supuesto lugar emblemático del saber y la racionalidad) sigue a día de hoy plagada de crucifijos con cristos dolientes y lacerados y vírgenes obnubiladas en las dependencias de su Rectorado para mayor gloria de los papanatas, meapilas y serviles mentes aborregadas de siempre.
Y lo que es más indignante, no falta día en el que nuestros gobernantes justifiquen criminalmente la presencia de simbología fascista en cualquier dependencia pública.
Y en todos los casos siempre se apela a la tradición, la historia o el supuesto valor artístico para seguir manteniendo lo que únicamente es una manera de recordarnos que no vivimos en una verdadera democracia, y que muy desgraciadamente siempre estaremos tutelados por los poderes de siempre: la iglesia y el ejército, las dos caras de la secular opresión que ha mantenido históricamente a esta desgraciada nación dos o tres siglos por detrás de la realidad.
Así, la Universidad de Granada (supuesto lugar emblemático del saber y la racionalidad) sigue a día de hoy plagada de crucifijos con cristos dolientes y lacerados y vírgenes obnubiladas en las dependencias de su Rectorado para mayor gloria de los papanatas, meapilas y serviles mentes aborregadas de siempre.
Y lo que es más indignante, no falta día en el que nuestros gobernantes justifiquen criminalmente la presencia de simbología fascista en cualquier dependencia pública.
Y en todos los casos siempre se apela a la tradición, la historia o el supuesto valor artístico para seguir manteniendo lo que únicamente es una manera de recordarnos que no vivimos en una verdadera democracia, y que muy desgraciadamente siempre estaremos tutelados por los poderes de siempre: la iglesia y el ejército, las dos caras de la secular opresión que ha mantenido históricamente a esta desgraciada nación dos o tres siglos por detrás de la realidad.
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