Reírse de esos ignorantes que creen a pie juntillas que comerse cada domingo el cuerpo y la sangre de zombi hijo de una paloma extraterrestre y una zarza ardiente no debería ser considerado una ofensa sino un simple acto de lucidez mental.
Pero en este país de pandereta, lleno de ignorantes meapilas incapaces de entender que sus alucinaciones son un evidente síntoma de enfermedad mental, la policía pierde su tiempo y el dinero de los contribuyentes en perseguir (al modo más absurdamente medieval) a quienes parodian ese cutre espectáculo gore-kirsch de sanguinolentos cristos, adorados por arrobados masoquistas caníbales, que año tras año celebran la demencia de un pobre esquizofrénico judío bastardo, que se creía el mesías mientras era crucificado por soliviantar a las masas analfabetas de un rincón perdido del Imperio romano.
Y mientras tanto, los más grandes narcotraficantes del mundo pasean impunes por nuestros mares y por nuestros juzgados con la criminal connivencia de nuestros gobernantes. Eso sí que son verdaderas prioridades.
Y mientras tanto, los más grandes narcotraficantes del mundo pasean impunes por nuestros mares y por nuestros juzgados con la criminal connivencia de nuestros gobernantes. Eso sí que son verdaderas prioridades.
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