Una de las cosas que más me ha sorprendido desde siempre es la ilimitada capacidad que tienen los jerarcas religiosos para pontificar sobre complejas cuestiones, aunque muchas de ellas impliquen el uso de avanzados conocimientos científicos que ni siquiera están al alcance de las mentes científicas más brillantes.
Y toda esta seguridad para entender el complicado mundo hipertecnológico actual les viene a los sotanados de turno revelado por unos oscuros escritos inventados por ignorantes pastores de cabras de la Edad del Bronce, cuya mayor hazaña tecnológica era la de haber inventado la rueda, cuyo máximo conocimiento de la naturaleza residía en suponer que las epidemias eran el resultado del enfado de su siempre iracundo diosecillo y con unos conocimientos tan particulares de biología que les permitía creer que una paloma extraterrestre enviada por una zarza ardiente era capaz de fecundar a una joven judía. Imaginen el desaguisado de ADN del pobre nazareno con un tercio de material genético de planta, otro tercio aviar y el resto humano.
Pero aún así un anciano virgen, al límite de la senilidad como es el arzobispo emérito de Pamplona y Tudela, Fernando Sebastián Aguilar, no tiene reparo alguno en indicarnos que un ser humano completo aparece instantánea y milagrosamente tras la cópula entre un hombre y una mujer, porque parece ser que su rijoso dios insufla en ese mismo erótico instante y no después, la famosa alma inmortal al zigoto recién concebido. Imaginen que precisión científica, por otra parte inalcanzable para la mayoría de los más brillantes científicos de la actualidad.
Así que según el clarividente criterio científico de este individuo cuyo mayor logro académico ha sido el escribir una tesis sobre la “Maternidad divina de María” ¡Ahí es nada! Un zigoto,
una mórula (no me digan que no es guapa con esos ojitos),
una blástula (miré usted, clavadita a su padre),
una gástrula (que simpática ella, con su invaginación y todo),
y un feto (como ya tiene sus deditos ¿cómo es que no le vamos a permitir votar? tal y como pedía el alucinado de Benigno Blanco)
son seres humanos completos, con derechos inalienables que muchas veces están por encima de menudencias tan tontas como la seguridad, la cordura y hasta la propia vida de sus futuras madres, seres impuros y necesitadas siempre de tutela varonil tal y como nos enseña desde antiguo la santa madre iglesia.
Así que ya saben, cuando paseen por el campo tengan muchísimo cuidado puesto que si pisan y destruyen una bellota o una castaña están devastando el bosque talmente como si estuvieran cortando desaprensivamente encinas o castaños centenarios. Y si prevalece la absurda y visión sesgada de nuestros piadosos gobernantes patrios, hasta pueden acaban en la cárcel compartiendo celda y castigo con cualquier pirómano de esos que incendian nuestros bosques cada verano, porque los principios son los principios y no vamos a andarnos con chiquitas a la hora de preservar el medio ambiente, que luego pasa lo que pasa y terminamos con un cambio climático de órdago.
Magistral!
ResponderEliminar¡Grande Ateo, eres un tipo grande!
ResponderEliminarY te has quedado corto ! No has citado al gran mestre Rouco I el Castrado
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