Tras haber pasado ya el tiempo de la Semana Santa con su hartazgo de
nazarenos descalzos, ostentosas procesiones, penitentes automutilados y
cofrades llorosos por las inclemencias del tiempo es hora para una pequeña
reflexión.
Aunque personalmente a mí las
celebraciones cristianas, como el año nuevo del dragón chino o los ritos
sagrados de los indios navajo por poner un par de ejemplos equivalentes, me
parecen simple folklore heredado de la oscura época supersticiosa de nuestra
humanidad, que podrían ser toleradas únicamente por servir como aliciente
turístico siempre y cuando se restringieran a la intimidad de los oficiantes y
turistas, sin privilegios y sin imposiciones a los no participantes (cosa que a
día de hoy no cumple ninguna fiesta católica con su barroquismo kirsch que al final
pagamos todos los españoles vía impuestos y con nuestros representantes
públicos sumisos y serviles ante el poder y la presión desplegada por la
ultramontana iglesia católica española) la actual situación de su prepotente
exclusividad debería cambiar profundamente.
Así puesto que en España vivimos varios
millones de personas que o bien no creemos en ningún dios o que creen en otros
dioses diferentes al católico, se deberían eliminar todas las fiestas nacionales
confesionales cristianas y ser sustituidas por otras de marcado carácter
integrador para todos los ciudadanos españoles. Estas fiestas deberían más
acordes con el siglo en el que vivimos y sobre todo más conformes con los
valores democráticos de nuestra sociedad.
Entonces
además de celebrar la Constitución podrían ser fiestas días especialmente
dedicados a los derechos humanos, a la igualdad o cualquier otro valor
integrador y positivo para el conjunto de la ciudadanía sin exclusión alguna y
sobre todo sin imposición por parte de ninguna minoría por muy numerosa o
antigua que esta sea. Máxime cuando las actuales fiestas religiosas españolas
sirven de tapadera y justificación para el mantenimiento y la propagación de
ideas y comportamientos claramente discriminadores, sexistas o intolerantes,
que además son totalmente contrarios a nuestro actual ordenamiento
constitucional.
P.D. a 1/5/2013
La región valona de Bélgica acaba de dar el primer paso para
terminar con la influencia de la religión en el calendario festivo. Así se
suprimen las fiestas religiosas y
los nuevos nombres de las festividades a partir de ahora estarán únicamente
relacionados con las estaciones o serán completamente laicas. Enhorabuena
por este avance hacia la separación entre iglesia y estado.
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