El desparpajo y la falta de
escrúpulos de los creyentes a la hora de apropiarse de cualquier faceta
positiva de la vida es una fuente inagotable de sorpresas. Ya sabíamos que los
diferentes dioses en general y el católico en particular tienen múltiples poderes
curativos, al menos en la fértil y desbordada imaginación de los incautos
creyentes puesto que supuestos ejemplos de curaciones milagrosas abundan en la espuria mitología
católica. Aunque estos escasos milagros son numéricamente insignificantes, ya que hay más de mil millones de católicos en el mundo y no existe
estadística alguna que muestre que estos piadosos adoradores tengan vidas más
longevas o menos enfermedades que el resto de los mortales seguidores de la
pléyade de otros dioses inventados por calenturientas mentes en busca de
sentido a sus anodinas vidas. Pero hete aquí que para solucionar esta paradoja
y afianzar un poco más al rebaño cristiano, un obispo colombiano ha tenido una genial idea
muy en la línea del comportamiento parasitario en el que se han especializado
los católicos en los dos últimos milenios. Dicha preclara
eminencia ha anunciado al mundo que
“Desde la curación milagrosa pura y dura, hasta la liberación de hábitos nocivos, el don de sobrellevar con gozo la adversidad o una mejor labor del médico, la oración por los enfermos no solo es un deber cristiano sino origen de muchos bienes”
Acabáramos, ahora resulta que
cuando un enfermo va al médico si tanto el diagnóstico como el tratamiento son
los adecuados resultando la curación del aquejado, esto quizás no sea debido a
la profesionalidad de multitud de científicos y médicos que estudiaron anatomía,
fisiología y etiología de la enfermedades y a aquellos que buscaron con ahínco y
encontraron una cura mediante cirugía, desarrollo de fármacos o vacunas de la enfermedad. No
señor, este acierto puede ser debido al poder de la oración ya que
“... ésta puede ayudar para que el médico acierte mejor el diagnóstico y en la formulación de la droga mejor y para que ésta obre con mayor eficacia”
Como pueden observar, los caminos
del señor son inescrutables. Menuda desvergüenza y desfachatez. Eso en mi tierra
se llama simplemente robo manifiesto. Aquí sí que deberían actuar las
asociaciones de derechos de autor para evitar que el arrogante y analfabeto
dios católico se apropie del talento, del esfuerzo y del trabajo de
generaciones de investigadores biomédicos.
Así que ahora ya saben, con esta
retorcida interpretación, cualquier avance científico es debido a que la
oración de los católicos ha dirigido la mente del impío investigador (ya se sabe que entre nuestra profesión abundan los herejes y los ateos desde tiempos inmemoriales) hacia la
solución del problema. Amén.
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