Manifestación atea y persecución religiosa

Mientras en multitud de ciudades españolas tendremos un hartazgo de sangrientas procesiones en donde seres humanos ¿racionales? se humillan, torturan y automutilan en nombre de un dios piadoso, la mera noticia de un manifestación ¿porque llamarla procesión atea? de ateos en Madrid el próximo miércoles ha desatado la caja de los truenos. Resulta que cientos de miles de católicos que durante una semana completa se adueñan de las calles de nuestras ciudades, copan los titulares de los periódicos y llenan nuestros telediarios y programas de actualidad con sus absurdas y cruentas representaciones, se sienten provocados y ofendidos porque unos cientos de ateos tengan la osadía de concentrarse para protestar por tanto avasallamiento católico. El alcalde de Madrid y la presidenta de la Comunidad rápidamente han pedido la prohibición de tan inaudita agresión a los sentimientos religiosos. Finalmente la delegación del gobierno ha prohibido dicha concentración no vaya a ser que con ella se provoque el Apocalipsis. Incluso una asociación ultracatólica ha presentado una querella criminal contra los convocantes por ofender el sentimiento religioso y agárrense, genocidio. Sí, los seguidores de una ideología perversa y criminal que toleró, promovió y justificó innumerables guerras con protestantes y musulmanes, que encarceló, torturó y asesinó a miles de personas bajo acusaciones de herejía o brujería, y que en la actualidad dificulta la planificación familiar y el sexo seguro en un África asolado por el hambre, la miseria y el SIDA se permite la desvergüenza de calificar como genocidas a un grupo de personas cuyo único delito consiste en intentar manifestarse contra la abrumadora y agobiante presencia católica en nuestro país. Si tuviera dinero me iría estos días de vacaciones al confín más alejado para no tener que ver cristos sanguinolentos, marías colmadas de joyas y oro hasta la indecencia, nazarenos descalzos arrastrando cadenas como malos remedos de fantasmas cinematográficos, penitentes flagelándose en plena vía pública que van dejando un reguero de sangre (que asco) y miles y miles de piadosos hipócritas que en cuanto acabe la semana santa volverán a pecar, para luego irse a confesar y  poder arrepentirse de nuevo en un ciclo infinito de teatralidad que es en lo que consiste el catolicismo español.