Y por ello no es nada extraño descubrir que decenas de miles de sacerdotes de la iglesia católica han violado a centenares de miles de niños en todo el orbe cristiano con la aquiescencia y la complicidad de la institución.
También es muy común que todas las confesiones se vean inmersas en escándalos financieros, fraudes, engaños, usurpaciones, chantajes y cualquier otro tipo de delitos económicos.
Además en varios países católicos sacerdotes y monjas formaron un entramado de secuestros de recién nacidos para quitárselos a sus “pecadoras” madres y entregarlos en delictiva adopción a familias cristianas de pura cepa.
Religiosos de todos los credos captan a personas psicológicamente vulnerables a las que manipulan y explotan física, mental, sexual y hasta clínicamente hasta convertirles en juguetes rotos sin personalidad alguna.
Y por supuesto, las religiones casi siempre se alían, apoyan y justifican a los peores y más sanguinarios dictadores.
En resumen, la propia naturaleza de las iglesias crea, mantiene y promociona a líderes religiosos muy alejados de esa supuesta santidad que proclaman con tanto orgullo como falsedad, lo que les permite actuar de forma similar a cualquier otra organización delictiva con la ventaja de que las creencias cuentan con el favor de los poderes públicos en casi todos los países del mundo.
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