Y así, año tras año, siglo tras siglo y milenio tras milenio el principal objetivo de cualquier tipo de sotanados es moldear (o más bien destruir) el cerebro infantil con sus peligrosos virus de la fe que acaba convirtiendo en adocenados borregos lo que deberían haber sido futuros adultos reflexivos si hubieran sido verdaderamente educados en el racionalismo y en el pensamiento crítico.
Es por ello que inculcar en la mente infantil el sometimiento, el pecado y el resto de cadenas que lleva asociado el adoctrinamiento religioso debería ser considerado puro y duro maltrato psicológico infantil (equivalente a cualquier tipo de tortura psicológica) y sus perpetradores deberían ser perseguidos de oficio por la ley en cualquier sociedad que se considere mínimamente justa y democrática, porque el derecho de los niños a desarrollar todas sus facultades intelectuales sin miedo, coerción, mentira ni engaño está por encima de los gustos y deseos de los adultos.
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