Uno de los mayores y más peligrosos engaños de los creyentes consiste en apelar a su “libertad”
religiosa como un derecho que luego en realidad ellos usan dictatorialmente
para convertirlo en un privilegio para imponer sus estúpidas, erróneas,
antidemocráticas y hasta criminales
creencias al resto de la población que no compartimos los delirios emanados del
fanatismo (y porqué no decirlo, también del uso y abuso de estupefacientes “naturales”)
de profetas intolerantes y en la práctica analfabetos que vivieron hacen
siglos cuando no milenios.
Porque si los creyentes no quisieran imponen los dictados de su particular deidad a toda la sociedad no serían más peligrosos que los que creen en hadas o los aficionados a la astrología, solo serían risibles y no como ahora que son tan peligrosos que se nos hiela la risa.
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