Sin embargo, después de casi dos milenios siguen sin tener
prueba alguna de tan extraordinario hecho, salvo lo escrito casi un siglo
después de su supuesta resurrección por unos evangelistas que es más que
probablemente que se inventaran todo a la vista de las numerosas
contradicciones que se expresan en sus fantasiosos relatos.
Y hasta que presenten pruebas irrefutables que puedan convencer no solo a los ateos, sino también a judíos, musulmanes, budistas y al resto de creyentes en otras religiones, que se callen mientras tanto y dejen de dar la lata con esa más que increíble Semana Santa solo apta para semideficientes mentales.
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