Analizado con una mínima capacidad de pensamiento crítico, la religión es una terrible enfermedad mental, en donde los masoquistas creyentes apelan a un dictador celestial que les controla las 24 horas del día y monitoriza sus actos, sus deseos y hasta sus pensamientos más íntimos para torturarles por toda la eternidad si no guardan debida sumisión y devoción ¡ríanse ustedes de los dictadores de Corea del Norte!
Y después estos enfermos mentales piden respecto y que su enfermiza
visión del mundo sea al norma por la que se debe regir una sociedad moderna del
siglo XXI, cuando la realidad es que deberían estar bajo estricto tratamiento
psiquiátrico, primeramente por su propio bien y después para tranquilidad de
aquellos que usamos nuestra cabeza para algo más que para darnos golpes ante una
muro milenario o para llevar ridículos sombreritos de carnaval.
No hay comentarios:
Publicar un comentario