Una de las sorprendentes conclusiones que se derivan del
análisis racional del capitalismo es que este sistema
económico funciona mejor cuando se produce un shock, un desastre o mejor
aún una guerra (cuanto más global, mejor) porque hay que fabricar infinidad de
armas que destruyan y maten a cientos de millones de personas y luego por
supuesto, habrá que reconstruir infraestructuras, ciudades y países enteros. Es
por ello que quizás los momentos más “gloriosos” del capitalismo fueron la II
Guerra Mundial y la posterior época de la Guerra Fría.
Pero la pregunta que nos debemos hacer como supuestos seres
racionales, empáticos y con una mínima ética es si tenemos que seguir pagando
ese sangriento y criminal precio para que este pútrido sistema económico siga
dominando nuestras vidas.
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