A veces solo basta, como en este caso, un poco de humor de la siempre irónica serie de Los Simpson para destruir hasta sus cimientos toda esa soberana estupidez de la religión en la que unos pobres iletrados supersticiosos rinden pleitesía a la nada más absoluta.
Porque si nos creemos esta soberana y más que ofensiva estupidez de que dios es el que provee de los alimentos, entonces ¿qué pasa con esos millones de pobres desesperados en África?¿no merecen ser alimentados por dios, sea este el que sea? Aunque la verdadera realidad es que simplemente ese supuesto dios es tan real como el ratoncito Pérez.
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