Tras dos milenios de obsesiva propaganda, gran parte del rebaño cristiano sigue sin tener consciencia alguna de que su mesías fue un judío más, con todo lo que conlleva el ser un descendiente de Moisés en el principio de la Era Común.
Y lo más increíble es que cuanto más fanático sea un cristiano menos aceptará que su Mesías estaba tan circuncidado como esos otros a los que odia con tanto ahinco.
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