Después de que gobernantes neoliberales del PP hayan decidido eliminar impuestos para las rentas más altas (que no para el común de los ciudadanos) sus votantes (que en gran mayoría tienen sueldos o pensiones bastante magros) deberían reflexionar y olvidar su más que suicida estupidez.
Porque el común de los mortales nunca devolveremos a la hacienda pública, con el monto más que limitado de nuestros impuestos, el dinero que el estado se ha gastado en nuestra salud, educación, infraestructuras y demás servicios públicos que nos permiten vivir alejados de la bancarrota (si no pregunten a sus amigos estadounidenses como les va con una sanidad y una educación totalmente privatizadas) o directamente no morir como perros en cuanto algún miembro de nuestra familia tenga la desgracia de contraer una enfermedad grave.
Pero hete aquí que millones de descerebrados, que no tienen casi donde caerse muertos, se obcecan una y otra vez en votar a partidos que únicamente favorecen a grandes empresas (que no a autónomos) y grandes fortunas (que no a simples trabajadores o pensionistas) y además jalean con estupidez mayúscula que les rebajen a ellos 10 ó 100 euros al año de sus impuestos (porque según dicen por ahí en donde está mejor el dinero es en el bolsillo de esos contribuyentes ¡menuda falacia!) mientras que los que más tienen se ahorran cientos de miles o incluso millones.
Y luego, por supuesto vienen los recortes: el copago de medicamentos, el cierre de hospitales, la masificación de los colegios y demás medidas "necesarias" para ahorrar cuando los ingresos tributarios menguan y por tanto, hay que desmantelar el escaso estado del bienestar existente.
Pero así es el milagro de la democracia "moderna": convencer a estúpidos para que voten a aquellos que más les desprecian y les ponen en mayor peligro.
Porque no hay que ser muy perspicaz para entender que un rico puede ser de derechas, de izquierdas o de lo que quiera, pero hay que ser tonto, pero que muy tonto para ser un pobre de derechas.
"No hay nada más tonto que un obrero de derechas", esto lo decía Santiago Carrillo cuando todavía no había muchos obreros de derechas en España. Y en la actualidad ya casi no quedan obreros de izquierdas.
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