Aunque los religiosos piden "respeto" a sus
creencias es prácticamente imposible no pensar que el resultado de esos
místicos trances, en donde el profeta de turno se "comunica" con la
divinidad, no son más que un asunto que debería quedar bajo la competencia de
profesionales expertos, bien psiquiatras o en su defecto asistentes sociales
especialistas en drogadicción.
Porque cualquier otra explicación es simplemente una pérdida de tiempo y sobre todo de dinero, puesto que ya va siendo hora de que el mundo deje de dilapidar cientos de miles de millones de euros anuales en pagar los caprichos de algunos de los más descerebrados miembros de esta especie nuestra de monos supersticiosos e irracionales.
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