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22 de junio de 2022

El Cristianismo es tan absurdo que cualquiera puede darse cuenta

Los cristianos, por haber nacido, crecido y haber sido (des)educados en las alucinaciones del nazareno demente y sus fanáticos seguidores tienden a asumir con total ignorancia y mayúscula prepotencia la preeminencia de sus mitos sobre el resto de disparatadas invenciones de otras culturas. Sin embargo, es evidente que cualquier con una mínima capacidad de raciocinio puede mostrar los errores, manipulaciones e inconsistencias del Cristianismo.

Y ni siquiera hacer falta ser un racionalista del moderno siglo XXI para desvelar las vergüenzas de los mitos cristianos, sino que basta con un "salvaje" con una mínima capacidad de análisis.

Les pongo en antecedentes. Allá por ya lejano año del señor de 1683 un aristócrata francés con pocos recursos financieros llamado Louis-Armand de Lom d'Arce, barón de la Hontan, que a la sazón contaba con tan solo diecisiete años, se alistó en busca de fortuna en el ejército francés y fue destinado a las colonias americanas de Nueva Francia, en lo que actualmente es el Quebec canadiense y el noreste de los EEUU.

Con el paso de los años su participación en campañas y expediciones exploratorias por el nuevo mundo, nuestro protagonista se hizo con una reputación siendo nombrado finalmente diputado del gobernador general, el conde de Frontenac. En esos años de idas y venidas aprendió fluidamente los idiomas de indígenas de la región, entablando relaciones con varias figuras políticas nativas.

Unos de esos jefes fue un estratega de la Confederación Wendat (una coalición de cuatro pueblos de habla iroquesa) llamado Kandiaronk que según los relatos de diversas fuentes todos aquellos que lo conocieron (fueran amigos o enemigos) admitieron que era un individuo verdaderamente notable: un guerrero valiente, un orador brillante y un político inusualmente hábil.

Nuestro barón fue recopilando sus charlas sobre diversos temas con Kandiaronk, que acabaron conformando su libro "Diálogos curiosos entre el autor con un salvaje de buen sentido que ha viajado" publicado en 1703. Los argumentos desplegados por el inteligente nativo arrojaron una visión extremadamente crítica sobre las costumbres e ideas europeas sobre religión, política, salud y vida sexual. Este libro y otros del mismo autor sobre sus viajes por el Nuevo Mundo ganaron una amplia audiencia, de tal manera que fueron traducidos desde el francés a diversos idiomas europeos (alemán, inglés, italiano o neerlandés) entre los que por desgracia no estaba el castellano.

En uno de esos interesantes diálogos el barón le pregunta a Kandiaronk sobre su opinión acerca del cristianismo. El inteligente "salvaje" que había tenido frecuente contacto desde hacía años con los jesuitas, la élite "intelectual" de la cristiandad y ariete de la evangelización en el Nuevo Mundo, desmenuza con serenidad y con total lucidez las contradicciones lógicas y la incoherencia de las doctrinas cristianas sobre el pecado original, la redención o el infierno.

Así por ejemplo, en una de sus respuestas Kandiaronk le dice al barón:

"Es natural que los cristianos tengan fe en las Sagradas Escrituras ya que, desde su infancia, han oído hablar mucho de ellas. Aún así, es más que razonable que aquellos nacidos sin tales prejuicios, como los Wendat, examinen las cosas más concienzudamente. Así, después de haber pensado largo y tendido durante una década sobre lo que los jesuitas nos han dicho sobre la vida y la muerte del hijo del Gran Espíritu, cualquier Wendat podría darte veinte razones en contra de la idea. Por mi parte, siempre he sostenido que, si fuera posible que Dios se hubiera rebajado tanto para bajar a la Tierra, lo hubiera hecho a la vista de todos, descendiendo triunfante, con pompa y majestad, y de la manera más pública. Hubiera ido de nación en nación realizando poderosos milagros, dando así a todos las mismas leyes. Entonces todos habríamos tenido exactamente la misma religión, uniformemente difundida y conocida por igual en los cuatro rincones del mundo, demostrando a nuestros descendientes, desde entonces hasta diez mil años en el futuro, la verdad de esta religión. En cambio, hay quinientas o seiscientas religiones, cada una distinta de la otra, de las cuales, según usted, sólo la religión de los franceses es buena, santa o verdadera.

No me digan que no es irónicamente delicioso este argumento que destruye hasta sus cimientos esa soberana tontería de que dios se hizo hombre en uno de los rincones más polvorientos del mundo, ante dementes ignorantes que no sabían ni escribir para que así se tardara milenios en llevar la "buena nueva" a todo el mundo y que por el camino los cristianos hayan reescrito infinidad de veces sus olvidadas enseñanzas a gusto de cada cual, con el resultado final de que en la actualidad haya miles de sectas cristianas enfrentadas entre sí, aunque todas ellas afirman ser la única y verdadera, y por supuesto en realidad ninguna de ellas sabe lo que hizo y ni siquiera si existió de forma real el supuesto nazareno demente al que afirman adorar.

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