Prácticamente todos los gobiernos de Europa están tomando
severas medidas para evitar que esta segunda ola del coronavirus llegue a ser más letal
que la primera. Y entre ellas destacan los confinamientos de la población cada
vez más estrictos.
Sin embargo, los madrileños sabemos porque así nos lo ha revelado nuestra preclara presidenta de la Comunidad de Madrid, esa Agustina de Aragón del Foro que vela por la libertad de los ciudadanos (y ya de paso por la buena salud, pero únicamente de la economía), que estos confinamientos no tienen nada que ver con la salud pública y si con una oscura confabulación para acabar con la democracia y convertir en una dictadura (soviética por cierto) a toda Europa, empezando primero por España, con esa asociación contranatura de socialistas y podemitas y la siempre inestimable ayuda de etarras, bolivarianos, masones, judíos, homosexuales y lesbianas, que haría revolverse de sus tumbas a los santos Franco, Felipe II, Carlos V y los Reyes Católicos.
Y luego, como se está viendo, estos malvados perroflautas anarcocomunistas (hispanos, que no españoles según el dogma identitario del nazionalcatolicismo patrio) han conseguido infiltrarse en los gobiernos de media Europa y manejar a su antojo a grandes líderes de la derecha europea como Merkel, Johnson o Macron, para convertirlos en simples marionetas de esta gigantesca confabulación a la que por supuesto sólo se está enfrentado (como esos galos irreductibles de los comics de Uderzo y Goscinny) la heroína de los Madriles: la santa Isabel Díaz Ayuso a la que incluso han abandonado sus compañeros de partido en otras comunidades autónomas y la debilidad manifiesta del líder del PP, Pablo Casado.
Y así, semana tras semana de resistencia numantina por esta impresentable vamos camino de que Madrid se convierta en un cementerio, solo habitado por los espectros de los fanáticos de la ultraderecha más recalcitrantes, porque el resto habremos muerto o emigrado a tierras en donde la inteligencia no brille por su ausencia.
No es que me haga ni pizca de gracia que en Andalucía gobierne el PP, pero menos mal que se fue Susana Díaz, si no estas dos 'elementas', a pesar de ser de signo contrario, ya se habrían cogido de la manita.
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