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27 de julio de 2020

En Alaska un juez ha tenido que recordar lo evidente: rezar no es un medicamento

Dentro de la habitual confusión mental de los creyentes consistente en confundir la realidad con sus disparatados deseos a veces se pone en peligro la vida de los seres más queridos.

El Alaska una muy cristiana hija que tenía la custodia de su más que enferma madre, decidió en su prepotente estulticia religiosa que era mucho mejor dejar de administrar los tratamientos médicos (esos siempre tan sospechosamente ateos) que su matrona recibía y sustituirlos por la siempre "poderosa" acción de rezarle a un inexistente superhéroe del más remoto pasado.

Y por supuesto ha tenido que llegar un juez y recordar lo que para cualquier persona que no sea un indigente mental, carcomido por el virus de la fe, es evidente: que rezar no es un medicamento, ni un tratamiento médico ni nada que pueda servir para algo más que para acallar la conciencia de una hija, que a la vista de su comportamiento no sólo no está capacitada de ninguna manera para tutelar a su anciana madre, sino que ella misma debería estar bajo la custodia de los servicios sociales por su más que manifiesta incapacidad para desenvolverse en el mundo moderno.

Pero este es el gran problema de la religión, que individuos con el raciocinio seriamente dañado van por ahí sembrando caos y destrucción en todo lo que tocan y a nadie se le ocurre tomar cartas en el asunto.

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