Es evidente que no puede haber nada más peligroso que un gobernante verdaderamente religioso, puesto que entonces no tiene responsabilidad alguna ya que todo lo fía a su dios o como en este casos dioses.
Ante la emergencia mundial por la epidemia coronaviral el presidente de Tanzania tuvo la feliz idea de decir que con una jornada de oración el país quedaría libre por la intercesión de los dos grandes dioses monoteísta el judeocristiano y Alá, puesto que allí los seguidores de Jesucristo y de Mahoma empatan en cuanto a número de adeptos.
Y para demostrar la validez de la oración desencadenó una ofensiva contra cualquiera que se atreviera a plantear la más mínima inquietud sobre la propagación del virus en Tanzania o la (nula) respuesta del gobierno al mismo. Así los críticos han sido arrestados y los políticos de la oposición y activistas de derechos humanos dicen que sus teléfonos están siendo intervenidos. Señal de que confía poco y menos en los dos alucinados profetas monoteístas.
Y mientras tanto, diversas organizaciones
médicas internacionales indican que la pandemia está en fase exponencial en Tanzania
puesto que muchos de los tanzanos que viajan al extranjero dan positivo, mientras
que dentro de ese país ni se realizan pruebas ni se informa del número de hospitalizados
o muertos.
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