Así en España el
Obispado de Jerez repartía entre sus fieles supuestos permisos para que se
saltaran el confinamiento y se reunieran todos en la iglesia para así poder transmitirse
más eficaz y rápidamente el coronavirus.
Lo
mismo que se hace en iglesias y también en
tiendas de objetos religiosos por todo EEUU: saltarse las medidas de
cuarentena, porque siempre es más importante canturrear estupideces tras un
altar o comprar una nueva edición de la Biblia que seguir las recomendaciones
sanitarias.
Cientos de mormones se reunían en el aeropuerto de Salt Lake
City para
recibir a sus correligionarios de fe que volvían de Corea del Sur y así
mezclar más rápidamente las cepas viales de Asia y EEUU y que el resultado se
difunda con mayor rapidez.
Y si los cristianos son estúpidos, pues los
musulmanes no se van a quedar atrás en idiocia ya que 25.000 ignorantes
seguidores del profeta pederasta se reunieron en una mezquita en Bangladesh para
¡agárrense! rezar por el coronavirus. Y el virus tan contento de que le
faciliten el trabajo.
Pero quizás lo peor de todo este delirante popurrí de
fanatismo religioso sea el caso de esos predicadores
estadounidenses que se han comprado un helicóptero para difundir la palabra de
dios (y ya de paso todos y cada uno de los mortales patógenos que conviven
con nosotros en el mundo civilizado) y
llevarlos cuanto antes a esas remotas tribus de la selva amazónica que no
han desarrollado inmunidad frente a virus y bacterias y así que caigan como
moscas y se reúnan cuanto antes con su supuesto hacedor a dos metros bajo
tierra.
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