En un mundo en donde la globalización neoliberal está
destruyendo prácticamente todos los ecosistemas naturales del planeta, hay una
sangrienta estadística añadida: cientos de activistas medioambientales son
asesinados cada año, muchas veces con la lasitud cuando no con la complicidad
de los diferentes estados, por los sicarios de terratenientes y grandes
corporaciones transnacionales que se enriquecen con la destrucción del medio
ambiente.
Y este año, muy desgraciadamente, no ha sido una excepción
tal y como muestra el siguiente y más que fúnebre gráfico:
Y la gran mayoría de estos asesinatos tienen lugar en
Latinoamérica, un subcontinente en donde parece ser que sólo es importante lo
que ocurre en Venezuela, porque imaginemos que en ese país se hubieran
asesinado a varias decenas de opositores como ha ocurrido en las más que
"impecables democracias" de Colombia o Brasil.
Es más que seguro que
los biempensantes de medio mundo hubieran puesto el grito en el cielo y
solicitado con gran "justificación" tomar las "medidas
adecuadas", invasión yanqui incluida, para poner fin a esa más que
dramática situación. Pero como esas decenas de muertos ocurren en naciones más
que dignas de crédito neoliberal, pues como reza el viejo dicho castellano "ajo y
agua".
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