Dentro del siempre delirante mundo de las creencias
religiosas, conjunto más que sorprendente de irracionalidad manifiesta, existe
un dogma que sobrepasa todo los límites del más increíble absurdo: el Infierno.
Según me contaron de pequeño en catequesis, y tal como han
afirmado durante dos milenios los más "doctos" ¡que eufemismo! padres
de la iglesia, allá por el principio de los tiempos el ángel preferido por la
zarza ardiente, ese "portador de luz" que es lo que significa
Lucifer, el más perfecto entre los perfectos ángeles parece ser que se le subió
el ego y tuvo la osadía de dar un golpe de estado celestial con la consiguiente
guerra civil angelical. Como era de esperar, si todos los ángeles habían sido
creados por un ser omnipotente y omnisciente (aunque con una más que manifiesta
poca visión de futuro que tuvo el ser supremo para no saber de antemano que su
máxima creación se le rebelaría) el resultado final de la batalla fue nefasto
para el portador de la luz y sus seguidores, ya que perdieron las alas y fueron
exiliados al Infierno.
Hasta aquí todo normal, pero si se analizan las cosas con un
poco de racionalismo todo empieza a chirriar.
Porque el Infierno, lejos de ser un campo de concentración en donde los
ángeles rebeldes fueran prisioneros por toda la eternidad y los leales alados
los funcionarios de prisiones, es en realidad el reino de Lucifer, ¡toma ya!, quien
lejos de purgar (en oprobio y pecado) su rebeldía, campa a sus anchas y en
donde sus ángeles caídos conforman toda una estructura jerárquica con demonios
de distintas categoría, especializados en diferentes tareas, pero todos ellos
servidores de Lucifer y que no obedecen en modo alguno a la más que insípida
tricefalia celestial. Por lo que al final parece que la rebelión tuvo éxito, ya
que consiguieron "tierras" y libertad.
Pero si seguimos ahondando en el mito se acumulan más
sorpresas. Porque una vez desencantado con los espíritus alares, el Señor de
Todo (menos del Infierno) aburrido parece ser, crea a la más que imperfecta
Humanidad y comete el ¡increíble! desliz de dejar en el Paraíso a la sombra de
un árbol a ese Satanás al que había vencido y desterrado ¡y no le pregunten a
este pobre ateo el porqué de tan imperdonable desliz!, de tal manera que el
taimado demonio acaba ganándole la partida (una vez más) a la cada vez más
colérica zarza ardiente (cuando es evidente de que toda la culpa fue por su más
que infinita negligencia).
Y a partir de la expulsión de los humanos del Jardín del
Edén se desarrolla toda una interminable guerra (en el tiempo y en el espacio) entre ángeles con alas y fieles
al "Number One" contra ángeles capados y seguidores de Lucifer para
ver, en una más que disparatada competición, quien consigue más adeptos para el
cielo o el infierno. Un despropósito en toda regla que solo reafirma la idea de
que eso de Ser Todopoderoso es simple autobombo y publicidad más que engañosa
de un chapucero inmortal.
Pero quizás el mayor despropósito (y que debería hacer
sonrojar a papas, arzobispos, obispos y demás por las más que evidentes
contradicciones del dogma) es que cuando un humano se convierte en servidor de
Lucifer, a su muerte en lugar de ser recompensado en el infierno y engrosar por
toda la eternidad las huestes maléficas, para así seguir contribuyendo a la
expansión del imperio infernal, toda oveja descarriada del rebaño católico es
torturada por toda la infinitud (por esos mismos demonios con los que se alió
en vida ¡toma incogruencia!) para que así sea cumplida la sentencia del famoso
juicio presidido por la zarza archienemiga del ángel rebelde.
¡No me digan que no
es la irracionalidad llevada a su mayor extremo!. Porque este mito debería ser infumable hasta
para el más dañado cerebro de los miembros más mentalmente deficientes del
susodicho y aborregado rebaño cristiano.
Qué quieres que te diga, cosas más absurdas aun se creen los religiosos...
ResponderEliminarMás claro,imposible.
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