Una de las principales características de la religión es que
permite que personas con más que evidentes problemas mentales no sólo sean
considerados mentalmente sanos, sino que incluso puedan tener legiones de
seguidores que se admiran por sus “impresionantes” dones.
Y el último ejemplo nos llega desde los siempre tan
particulares EEUU de Norteamérica, en donde no pasa un día en el que uno o
varios telepredicadores evangélicos asombren (en el peor sentido de la palabra)
al mundo con una manifiesta estupidez que sobrepasa cualquier tipo de decencia
intelectual.
Así, uno de estos dementes aficionado a las ondas catódicas
acaba de afirmar que en una de las innumerables charlas que mantiene con su
particular dios (por eso es más que seguro que la zarza ardiente no tiene
tiempo para arreglar esos “pequeños” problemillas que asolan este más que
desgraciado planeta: hambre, guerras, catástrofes naturales, etc.) éste le
ha revelado que vivirá hasta los 120
años para así poder seguir llevando a este mundo impío la “verdadera”
palabra de dios. Y como el susodicho tiene ya sus más que largos 82 años
cumplidos, pues imagino que no habrá que esperar mucho para certificar que la
promesa obtenida bajo los más que evidentes síntomas de delirio mental no se va
a cumplir ni por asomo.
Y como en EEUU este tipo de pobres alucinados parecen abundar
más que las setas tras la lluvia, pues otro
ha afirmado que la reciente decisión del siempre polémico Donald Trump de
ordenar la formación de una nueva rama del ejército estadounidense: la Fuerza
Espacial (se ve que estas navidades se ha empachado con la saga de La Guerra de
las Galaxias y así le va) es una prueba inequívoca de la próxima segunda
venida de Jesucristo. Imagino que porque en unos pocos años los marines
espaciales podrán ir al cielo a recogerle directamente y traerle veloz y
directamente hasta la Casa Blanca.
Pero eso sí, que quede bien claro que hay que mostrar
siempre un humilde respeto hacia la religión en general, esa incognoscible
mezcolanza de zarza, paloma y zombi en particular y sobre todo hacia sus representantes en la
Tierra, aun cuando muestren de la manera más evidente que están peor que un
cencerro.
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